¿Dónde habita el Eterno?
Sabemos que el Eterno no habita en cuatro paredes, porque lo físico no puede contener su presencia, pero esta porción Terumá nos enseña sobre ese lugar donde el Eterno habita. Moréh Jonathan Colina
Esta semana estaremos estudiando la Parashá Terumá, el cual traduce como ofrenda.
Esta porción Comienza de la siguiente manera:
*Éxodo 25:1–8 Adonai habló a Moisés, diciendo: Dí a los hijos de Israel que tomen para mí ofrenda; de todo varón que la diere de su voluntad, de corazón, tomaréis mi ofrenda. Esta es la ofrenda que tomaréis de ellos: oro, plata, cobre, azul, púrpura, carmesí, lino fino, pelo de cabras, pieles de carneros teñidas de rojo, pieles de tejones, madera de acacia, aceite para el alumbrado, especias para el aceite de la unción y para el incienso aromático, piedras de ónice, y piedras de engaste para el efod y para el pectoral. Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos.*
Hemos venido viendo como el Eterno ha entregado una serie de leyes a su pueblo de esta manera el pueblo pueda agradarle.
En ese mismo sentido le pide a Moshé que suba al monte para darle más instrucciones, y entre esas instrucciones comienza el Eterno haciendo mención sobre una ofrenda que el pueblo debe dar y que esta debe ser de su propia voluntad y de corazón.
La ofrenda es especificada de varios elementos tales como metales, telas, pieles, madera y demás accesorios.
Pero también el Eterno le dice el propósito de la ofrenda y es precisamente para hacer un santuario para el Eterno y de esta manera Él pueda habitar entre ellos.
Este texto en hebreo aparece como Vehasu li mishkan veshajanti betojam -Ellos habrán de hacer para mí un tabernáculo y yo habré de morar entre ellos (Éxodo 25:8). Esta frase termina con la expresión Betojam que significa entre ellos, es decir, en su interior, en el corazón de los hombres.
Ahora bien, para que Él pueda habitar entre nosotros, es necesario que pongamos de nuestro esfuerzo, que acudamos a su llamado de forma obediente.
Por eso la Torah comienza diciendo que para que esto suceda era necesario apartar la ofrenda. Quiere decir que sin ofrenda no había santuario y sin santuario no había presencia del Eterno.
El Eterno muy bien podía haber provisto todos esos elementos porque sabemos que Él es el dueño de todo el oro y la plata del mundo, sin embargo, esperaba de un pueblo esa gratitud hacia Él, luego de que Él ya había actuado en muchas ocasiones a su favor.
Además, el hecho de que el pidiera una ofrenda no significa que El la necesitara, pero sabemos que el Eterno está midiendo que es lo que hay dentro de nosotros, si realmente dentro de nosotros podemos darle un lugar.
¿Y cómo se lo manifestamos? Cuando entregamos toda nuestra vida delante de Él, cuando no nos escatimamos a darle, cuando sin duda alguna lo que tenemos es gracia a Él y como forma de gratitud y honra le devolvemos todo lo que nos ha dado.
Por eso a través de la ofrenda le demostramos lo profundamente agradecido que estamos con sus favores y es una forma de alabanza.
*De hecho cuando hablamos de ofrenda es la expresión hebrea Terumá que significa presente, tributo, porción, ofrenda mecida, aporte, contribución, donación. La raíz de esta expresión es Rum que significa alzar, elevar, levantar*
Por lo tanto, cuando damos una ofrenda al Eterno, no solo estamos apartando una porción o contribución para su obra, sino que también la estamos elevando a su presencia para alabar su nombre y con ello también elevarnos nosotros.
Por eso a nuestro pueblo se le da una cualidad peculiar que es el poder elevar las cosas materiales, para así consagrarlas al Eterno y de esta manera honrar su nombre.
De allí que no debemos creernos dueños de nada, sino administradores. Y cuando le damos ofrenda al Eterno no debe verse como una obligación o carga, sino que debe ser de corazón y con buena voluntad.
Por eso dice la escritura:
*Hebreos 13:15–16: Así que, ofrezcamos siempre a Elohim, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre. Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Elohim.*
El aportar ofrenda para su santuario era una forma de alabar su nombre. Y el sacrificio no debe verse como algo que no queremos hacer, sino como algo que lo hacemos con honor porque lo amamos y también amamos su obra.
De allí que jamás podemos escatimarnos de darle algo a nuestro padre, porque en definitiva si él es el dueño de todo el oro y la plata del mundo, que mejor forma de honrar a aquel que es dueño de todo.
Por eso el pueblo no se escatimo en dar y hasta muchos de desprendieron de cosas personales para preparar casa para el Eterno. Y sabemos que el Eterno no habita en cuatro paredes, porque lo físico no puede contener su presencia. El Eterno habita en cada corazón dispuesto a aportar en función de la casa del Eterno, en aquel que pone la mirada en su obra, en agradarle, en honrar su nombre, en cantarle y eso es visto como una alabanza.
De allí que el salmista dice:
*Salmos 22:3 Pero tú eres santo, tú que habitas entre las alabanzas de Israel.*
Estas alabanzas son la manifestación de que amamos al Eterno y honramos su nombre. Estas alabanzas se definen en que cada pensamiento, palabra y acción sea para glorificarlo. Estas alabanzas se definen en que le canto a Él y presento mi vida delante de El para servirle. Esa alabanza se define que me desprendo e inclusive de lo que tengo para dárselo a Él.
*Juan 14:23: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.*
Esa alabanza se manifiesta cuando le amamos a Él a través de la obediencia de su instrucción, la misma obediencia del pueblo cuando se aboco a dar ofrenda para construir el santuario.
¿Así que donde habita el Eterno?
En los corazones de aquellos que de forma voluntaria y obediente entregan todo al Eterno e inclusive su propia vida. Eso es alabanza, honrar y glorificar al Eterno con nuestras vidas y con todo lo que poseemos, o como decía el salmista: todo lo que respire, alabe al Eterno.
Shalom Ubrajot!
Moréh Jonathan Colina
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